miércoles, 12 de enero de 2022

La novela trunca de José Ballivián y Segurola


Por: Eduardo Eid Rodríguez

La mejor fuente documental sobre la historia de Bolivia sin duda alguna es la del egregio historiador Humberto Vázquez Machicado, sin menoscabo de su hermano José, y es precisamente en sus obras donde se puede encontrar datos, que incluso hasta el día de hoy muchos o diría casi todos los bolivianos ignoran. Es importante mencionar la gran colaboración de mi amigo el Lic. Roberto Antelo Scott – Secretario General de la Universidad Privada de Santa Cruz de la Sierra (UPSA), quien me abrió las puertas de par en par de la biblioteca para este trabajo de investigación sobre "Las logias en Bolivia en el siglo XIX", que ha sido publicado de manera completa y extensa en la revista portuguesa Revista de Maçonaria.

En la recopilación Sobre la vida del General José Ballivián (1809 – 1852) en el fondo documental del sendo historiador José Rosendo Gutiérrez, se encuentran tres documentos originales y autógrafos del General Ballivián, que Vázquez Machicado escribe que constituyen tres trabajos intelectuales que nadie habría creído pudieran haber salido de su pluma. Estos, continúa diciendo Vázquez Machicado llevan unas notas explicativas de puño y letra de José Rosendo Gutiérrez, indicando su calidad y autor, es una prueba más en favor de la autenticidad de estos escritos.



El más interesante de estos manuscritos que refiere Vázquez Machicado es una novela inconclusa que consta de diez capítulos y parece haber sido escrita en la época de su exilio en Chile en 1851.

En el capítulo VI en un baile en Sicasica, el Teniente Miranda, personaje de la novela, frente a su Coronel, describe Vázquez Machicado, lleva el vaso a la altura de la barba y hace con él un movimiento de izquierda a derecha. El Coronel mirólo sorprendido y luego sonrió.

La escena escrita por Ballivián continúa así…

Apenas había tenido lugar este incidente, cuando el Coronel con aire muy afable y jovial llamó a Miranda y llevándole a un lugar apartado le tomó la mano y mientras aparentaba preguntarle generalidades sobre el baile, dio tres golpes con el dedo índice sobre la muñeca de Miranda, quien contestó inmediatamente del mismo modo, y añadió por su parte:

- ¿A quién andáis buscando, mi Coronel, por entre la obscuridad?

- A los hijos de la viuda, respondió aquel.

- Están esparcidos sobre toda la superficie de los mares y de la tierra, replicó Miranda.

Quedaron reconocidos y desde ese momento unidos; faltaba saber cual de los dos era verdadero superior entre aquel Coronel y ese Teniente cuya posición para el público parecía inalterablemente establecida. Tomó pues, a su turno, D. Félix el carácter de examinador, y con la franqueza que la fraternidad le concedía,

- ¿Qué edad tenéis? Preguntó el Coronel.

- Cinco años

- ¿De dónde venís? No supo el Coronel contestar.

- ¿Adonde vais? Tampoco contestó y para salir de su embarazo preguntó también:

- Y vos, ¿qué edad tenéis?

- Yo soy anciano, respondióle el joven oficial vos no podéis conocer ni penetrar mi edad, sino cuando lleguéis a ella.

Quedó pues desde ese momento establecida la superioridad del Teniente sobre el Coronel.

Vázquez Machicado relata que casi la totalidad de los originales de la novela, giran alrededor de la masonería, esto sin perder de vista que los rituales y secretos masónicos fueron usados por estas logias revolucionarias, que tuvieron otros fines, y dado que Ballivián formó parte de las filas de esta logia, aparece actuando en las tenidas.

Cito además al gran periodista Humberto Muñoz Cornejo, que hace hincapié en el verdadero carácter que tenían estas logias:

“Estas asociaciones secretas no eran en realidad masónicas, sino patrióticas, y que de aquellas, no tenían sino su arquitectura exterior. Que todas ellas ansiando y luchando por la libertad de América, por su propia seguridad habían adoptado los rituales y secretos de la masonería, pero que en el fondo, no correspondían a los ideales internacionales o eternos que persigue la citada orden.”

Una tenida masónica en La Paz

En el capítulo VIII de la novela, Ballivián sigue relatando, que mientras todos se divertían en los festejos oficiales, en la noche, lejos del bullicio, en una calle distante del centro se celebraba una reunión secreta. Describe la sala de 18 varas (algo más de 15 metros) de largo por 6 o 7 (5 a 6 metros) de ancho y con ventanas “al torrente que en la ciudad llaman río”. La mayor parte de los personajes usaban nombres simbólicos.

La decoración indica una mesa central cubierta con un paño negro con dos palmatorias de tres luces cada una; unos legajos de papeles y un crucifijo; candelabros en los rincones alumbran la sala. Presidía la sesión un joven vestido de militar, pero sin insignias: era Zamora. Los secretarios, uno civil, Gramajo y el otro capitán del batallón del centro, Barón de Nordenflicht el tesorero, hombre de edad, Manuel Muñecas; el orador era allí conocido con el nombre de Jicotencal; vestía traje talar y se hallaba desfigurado con unas enormes narices postizas, a tanto que nadie lo conocía. Los celadores Juan Pinedo y el Capitán Villalonga.

Aquí hago un pequeño paréntesis para reflejar lo que nunca han podido aclarar los supuestos historiadores bolivianos de la masonería, y es precisamente la ignorancia de las formas y usos rituales del siglo XVIII tanto en Inglaterra como en Francia, lo que no les ha permitido develar lo que dice el adagio “No hay nada más oculto, que lo que está a la vista”.

Muchas de las traducciones o las primeras traducciones de los rituales que llegaron a estos lares en lengua castellana claramente fueron hechas por franceses, como así se muestra en Senda de las luces masónicas escrito en castellano por el francés Joseph Cerneau, publicado en New York en la Imprenta de J. Kingsland & Co. el año 1821, donde nombra a los que hoy en día llamamos Vigilantes con la traducción de Celadores. Otro libro que nos trae la traducción de Celador por Vigilante es Instrucciones para los altos grados, según el rito moderno; con los discursos análogos a las recepciones, publicado en Burdeos, Francia, en la Imprenta del H.·. Lawalle jóven, paseo de Tourny, nº. 20, el año de 1822.



Estas fechas obviamente son quizá, un poco tardías para demostrar que estos han sido los primeros rituales en castellano, pero no deja de ser importante la aclaración, porque son sólo los rituales franceses los que llevan esta traducción. Cabe recalcar que las primeras logias en España en el siglo XVIII fueron inglesas y luego las logias de principio del siglo XIX llegan con las tropas napoleónicas, que son exclusivamente de militares franceses y pertenecientes al Gran Oriente de Francia. Después se fundarán las logias españolas al servicio del rey José, especialmente en Madrid, que son llamadas tradicionalmente logias afrancesadas.

Pero el fondo de todo, realmente no es la traducción de la palabra Celador o Zelador, sino lo que nos arrojan los libros y documentos sobre los usos rituales de las logias revolucionarias, que demuestran claramente que hicieron uso del Régulateur du maçon francés (1783 – 1786), o sea el ritual de los modernos (rito moderno), hoy con sus mil y un reformas convertido en rito francés. Y de eso no tengo la menor duda, España usó los rituales del Gran Oriente de Francia, los jóvenes americanos de los clubes o logias secretas recibieron este aprendizaje en España y el Continente, y los rituales de las logias revolucionarias o patrióticas como describen los historiadores y especialmente en esta novela de Ballivián, están basados en el Rito Moderno, con un sistema de los tres primeros grados masónicos, con ideas patrióticas y los “Altos grados” divididos en Electos (Elegido), caballeros Escoceses (Escocés), Rosa-Cruz, y Kadosh, a quienes se les revelaba el verdadero secreto como era en sí, una estructura, repito, copiada del Rito Moderno.

Aclarado este aspecto, continúo con la novela de Ballivián…

Cerca del tesorero estaba Santos Gramajo y a sus lados dos incógnitos a quienes se los llamaba únicamente con los nombres de Pelayo y Moctezuma; usaban antifaz y cuando querían hablar, extendían la mano, se iban a la mesa del orador donde escribían y lo hacían leer con éste. Había distinguida concurrencia: el Capitán Casto de Navajas, que esa noche había sido iniciado, un sacerdote Usquianes, un fraile dominico y un canónico. El guarda templo interior era un joven Ballivián.

Aquí ya aparece el General Ballivián con su propio nombre en su novela como guarda templo en esta logia de La Paz.

Apenas iniciados los trabajos, y cuando el venerable preguntó el objeto de la reunión, el primer celador, Inca Roca, respondió: “Con el más noble y glorioso en que puedan emplearse los hombres, el de levantar y fabricar el edificio social de nuestra amada patria, darle ser y existencia, honor y gloria, independencia y libertad”.

Abierta la tenida, el orador Ticotencal, habló muy bien, pintando la situación de la América desde México hasta Buenos Aires y expresando que la hora de la independencia había sonado; terminó manifestando que hallándose presentes delegados de varias partes, debían informar del estado de los asuntos en Cuzco, Puno, Arequipa, Moquegua, Potosí, Oruro, etc.

El venerable expresó que debiendo retornar al día siguiente a Cuzco, juntamente con Villalonga, tenía prisa en informar; dijo que en la referida ciudad todo estaba listo con el batallón de depósito y era el Brigadier Lavín, y que el Coronel Gamarra iría a Lima a informar de todo a San Martín. Que San Martín había ofrecido enviar a Gamarra, hecho ya General a formar en Ica un ejército en contacto con el Cuzco.

Añadió que tenían confianza en la logia Saxahuaman y que con Villalonga había venido a formar la logia del Alto Perú; que eran novatos y no conocían los misterios del templo, pues apenas estaban en los primeros escalones. Pero que, felizmente, habían conseguido la colaboración de un joven español con grados masónicos superiores, quien en virtud de las facultades de su logia madre, había sido nombrado venerable por seis meses y podría designar sucesor. Entonces presentóse Miranda.

Habló el joven Gramajo, quien dijo que todo estaba listo en Potosí con el Coronel Hoyos, la guarnición y un millón de pesos de la Casa de Moneda. Que tenía relaciones con Salta y que habían venido a ponerse en contacto con el Coronel Lavín y con el Capitán Pinedo.

A continuación hizo uso de la palabra Guillermo Tell (Nordenflicht), quien dijo que estaba pronto con su batallón del centro que pasando por Viacha, camino de Oruro, vino sólo por esta noche a verse con Ballivián, y así tuvo la suerte de ser presentado a la logia; que en Arequipa ha cesado de funcionar por ausencia de sus miembros, y que quien conocía todos los pormenores era Micenas (Ballivián).

Inca Roca o sea Pinedo, expresó que era el momento de obrar, y que su regimiento cooperaría; que se hallaba en contacto con el caudillo Lanza; que San Martín había enviado un oficial comisionado, el mismo que aún hallabáse oculto y que sería presentado a la logia, pues debía llevar un concepto cabal de la situación. Terminó con que era urgente retornar a Sicasica, pues su coronel abrigaba sospechas.

Ballivián que usaba el nombre de Micenas, expresó que venía de Puno y Moquegua y que a los informes de Guillermo Tell (Nordenflicht) sólo añadiría que los capitanes Rafael Armaza y Juan de Dios Guilarte, ambos paceños, sólo esperaban un apoyo en el interior o un desembarco del ejército libertador para pasarse con el escuadrón Legión Yeguales, llamado así por estar sus hombres montados en yeguas. Que en Moquegua el subdelegado Landa y el Coronel Portocarrero, estaban listos. Que esa noche por lo avanzado de la hora no podía presentarse el emisario del caudillo Lanza, pero que lo haría la noche siguiente.

El incógnito Pelayo pidió la palabra; escribió y leyó que no era hora de perder el tiempo y que debía nombrase una comisión que al día siguiente presente el proyecto de un plan general de operaciones; que habiendo oído que algunos tenían que marcharse, él podía allanarlo todo con tal que al día siguiente se presentasen al gobernador como dispuestos a partir, y que éste hallaría la forma de detenerlos.

Se designó la comisión, la cual fue integrada por el venerable, los incognitos Pelayo y Moctezuma, Ticotemal el orador y el inca Roca o sea Pinedo. Se cerraron los trabajos y uno a uno fueron desapareciendo cautelosamente.

Acota Vázquez Machicado que en la época en que Ballivián escribía estos fragmentos, estaba de moda la novela histórica, y por las citas que hace Walter Scott, Fenimore Cooper y Alejandro Dumas, se ve que se hallaba influenciado por esa tendencia, a tanto que también quiso hacer una novela histórica de ambiente boliviano, tomando como tema la conspiración de fines de 1820, que tenía como objeto rebelarse contra el poder español, y cuyos detalles conocía muy bien por haber tomado parte de ella.  


Eduardo Eid Rodríguez  


Fuentes:

- Sobre la vida del General José Balivián (1809 – 1852) -  Humberto y José Vázquez Machicado - Obras Completas, Tomo IV

- Biblioteca de la Universidad Privada de Santa Cruz de la Sierra



No hay comentarios.:

Publicar un comentario